VII

Esa misma noche, nuestro árbol estuvo un poco más atento que de costumbre.

Como siempre, dejó que la noche iluminara su corteza. Pero, ¡qué curioso!, esa noche, su piel se resquebrajaba menos, parecía que se unía con más fuerza a su viejo tronco.

Emocionado, y sintiendo una nueva alegría, vigiló el sueño del resto del bosque.

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