A la mañana siguiente, Ani despertó cuando unas gotas de brisa matutina cayeron sobre su rostro. Al parecer, había llovido toda la noche. Cuando se levantó, notó que aún flotaban unas cuantas nubes delgadas y caía una ligera llovizna. El sol dejaba ver ya sus primeros rayos. Y en el horizonte se formaba un bellísimo arco iris.
Ani notó cómo sus alas recién descubiertas se agitaban. Y supo que era hora de volar.
Al mismo tiempo, al otro lado del bosque, nuestro viejo árbol, después de cientos de años, daba sus primeras flores.
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